BIENVENIDOS

es el momento de despertar del sueño auto inducido en el que nos hemos dejado caer, es hora de ver las cosas como son, la verdad detrás de la verdad, el engaño mas grande, la oscuridad profunda en la que esta sumida la Humanidad, es tiempo de ver las cosas y caer en cuenta de que este mundo es Nuestro mundo tambien, es hora de ver que HAY MAS DIOS DENTRO DE CADA UNO DE NOSOTROS, que dentro de los catalogos de productos ofrecidos por las religiones, que HAY MAS CONOCIMIENTO que manejan solo los dueños de este mundo que lo usan en su propio beneficio y ademas no nos dejan ver!!! "Ay de ustedes maestros de la ley que tienen las llaves del reino y ni entran ustedes ni dejan que otros entren en él"

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lunes, 25 de marzo de 2013

Perfil de un Papa muy oscuro, Francisco I


 “Jesuita franciscano”, nacido en 1936 en Argentina, de padre y madre italianos, novicio de la Compañía de Jesús en 1958, antes estudiante de química y que ya había perdido un pulmón, sacerdote a los 32 años, provincial de la Compañía de Jesús en Argentina, Arzobispo, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina  y, finalmente, Cardenal. 

 Llega a la silla de Pedro conociendo la responsabilidad inmensa que le viene encima, pues lleva muy adentro la evolución y avatares de esa gran realidad eclesial e institucional que es la Iglesia católica, trajinada muy desde el principio por el mensaje profético y transformador del Nazareno y al mismo tiempo por  los intereses de los poderosos y  políticos que disputarán relacionarla y dominarla con miras muy opuestas a las del Nazareno. Mucho camino ha recorrido la Iglesia desde que en el siglo IV el obispo Eusebio de Cesárea crease la figura de Pedro-Papa. Ciertamente, el papado no es de origen cristiano ni hay nada en el Evangelio que lo fundamente. Existían en los primeros siglos las grandes metrópolis de Constantinopla, Roma, Antioquía y Alejandría, cada una con su obispo, en igualdad de funciones y poder. Eran obispos o patriarcas y se les llamaba popularmente popes = padres en señal de respeto y estima. Luego, fue Roma la que se apropió del título  de Papa por obra del obispo Eusebio de Cesárea, todo evolucionó y acabó dando al Papado figura de una Monarquía la más absoluta, en tiempos de la reforma de Gregorio VII.
 Convendría no olvidar que: en las entrañas de la Iglesia, y en niveles singulares de la jerarquía,  por más condicionamientos negativos que operen, son miles y millones los seguidores de Jesús que con libertad y entrega sostienen la validez y credibilidad de la Iglesia.

En estos últimos días, la maquinaria mediática ha inundado al público con una ola de banalidades eufóricas. Se trata de la selección de un nuevo Papa en la Iglesia Católica Romana.

Esta interminable celebración del dogma y ritual alrededor de una institución desde hace siglos es asociada a la opresión y el atraso está sellado con un carácter profundamente antidemocrático. Es un reflejo del giro hacia la derecha y del repudio de los principios democráticos por todas las estructuras políticas incluyendo el principio de separación entre iglesia y Estado consagrado en la Constitución estadounidense. ¡Qué lejos se encuentra de los ideales políticos que animaron aquellos quienes redactaron ese documento! Fue la opinión de Thomas Jefferson que "en cada país y en cada era, el sacerdote es hostil a la libertad. Siempre está aliado al déspota, siendo cómplice de sus abusos a cambio de su propia protección".
La opinión de Jefferson -y el carácter reaccionario del servil reportaje de los medios- no encuentra mayor confirmación que en la identidad del nuevo Papa, oficialmente celebrado como un ejemplo de "humildad" y "renovación".

Colocado en el trono papal se encuentra otro duro enemigo, de la ilustración y de toda manifestación del progreso humano. También se trata de un hombre que está profunda y directamente implicado en uno de los más grandes crímenes desde la Segunda Guerra Mundial: la "Guerra Sucia" argentina.
En medio de la pompa y las ceremonias del día viernes, un representante del Vaticano tuvo que responder públicamente a interrogatorios sobre el pasado del nuevo Papa Francisco, el arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio. Éste descartó las acusaciones hechas contra Bergoglio, llamándolas maniobras de "elementos anticlericales de izquierda".  Eran de izquierda muchos de los 30,000 trabajadores, estudiantes, intelectuales y otros que fueron "desaparecidos" y asesinados, y las decenas de miles de personas que fueron encarcelados y torturadas.

 Images ‘Copyleft’ by Carlos Latuff


Pero algunos de los críticos más duros del nuevo Papa son de la misma Iglesia Católica, incluyendo a sacerdotes y trabajadores laicos que han declarado que Bergoglio los entregó a los torturadores como parte de un trabajo colaborativo para "limpiar el patio" de la Iglesia de "izquierdistas". Uno de ellos, el sacerdote jesuita Orlando Yorio, fue secuestrado junto con otro sacerdote después de ignorar una advertencia de Bergoglio, en aquel entonces cabeza de la orden jesuita en Argentina, de que detengan su labor en barrio pobre de Buenos Aires. Durante el primer juicio a los líderes de la junta militar en 1985, Yorio declaró: "Estoy seguro de que él mismo entregó la lista con nuestros nombres a la Marina". Los dos fueron conducidos al centro de tortura de la infame Escuela de Mecánica de la Armada y mantenidos por más de cinco meses antes de ser drogados y botados en un pueblo afuera de la ciudad. Bergoglio estaba ideológicamente predispuesto a apoyar las matanzas políticas que fueron desatadas por la junta. A comienzos de la setenta se había asociado con la derechista Guardia de Hierro del peronismo, cuyos cuadros -junto con elementos de la burocracia sindical peronista- formaron los escuadrones de la muerte conocidos como la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que condujeron una campaña de exterminación de izquierdistas opositores de izquierda del ejército antes que la junta tomara el poder. El almirante Emilio Massera, jefe del Ejército y el ideólogo principal de la junta, también empleó a la Guardia de Hierro, particularmente en la eliminación de la propiedad personal de los "desaparecidos".
Yorio, quien murió en el 2000, acusó a Bergoglio de tener "comunicación con el almirante Massera, le habrían informado que yo era el jefe de los guerrilleros."

Para la junta la más mínima expresión de oposición al orden social existente o la simpatía a los oprimidos equivalía a terrorismo. El otro sacerdote que fue secuestrado, Francisco Jalics, recordó en un libro que Bergoglio les había prometido que le diría al ejército de que no eran terroristas. Según Jalics: "Por parte de declaraciones posteriores hechas por un oficial y 30 documentos a los cuales obtuve acceso después, fuimos capaces de comprobar, sin ningún lugar a dudas, de que este hombre no cumplió su promesa, sino que, al contrario, presentó una falsa denuncia al ejército".

Bergoglio declinó aparecer en el primer juicio a la junta así como a procesos posteriores en los cuales fue convocado. En el 2010, cuando finalmente se sometió a un interrogatorio, los abogados de las víctimas lo describieron como "evasivo" y "mentiroso". Bergoglio afirma que sólo se enteró después del fin de la dictadura de la práctica de la junta de robar los bebés de las madres desaparecidas, las cuales habían sido secuestradas, mantenidas hasta que dieran a luz y entonces ejecutadas; sus hijos luego pasarían a familias de los militares o la policía. Esta mentira fue desenmascarada por las personas que le habían pedido ayuda para encontrar a familiares perdidos.



La colaboración con la junta no fue una mera flaqueza personal de Bergoglio, sino una política de la jerarquía católica, que apoyó los objetivos y métodos del ejército. El periodista argentino Horacio Verbitsky expuso el intento de encubrimiento de Bergoglio a esta sistemática complicidad en un libro que Bergoglio escribió, el cual editó pasajes comprometedores de un memorando que registraba un encuentro entre el liderazgo de la Iglesia y la junta en Noviembre, ocho meses antes del golpe militar.

Este apoyo no fue de ninguna manera platónico. En los centros de tortura y detención había sacerdotes asignados, cuyo trabajo no era atender y consolar a aquellos que sufrían tortura y muerte, sino ayudar a los torturadores y asesinos sobrepasar todas sus angustias de consciencia. Usando parábolas bíblicas como la de "separar el trigo de la paja", ellos aseguraban a aquellos que operaban los llamados "vuelos de la muerte" -prisioneros eran drogados, desnudados, y lanzados al mar- de que estaban haciendo el "la obra de Dios". Otros curas participaban en las sesiones de tortura y trataban de usar el rito de la confesión para extraer información para los torturadores.

Como Jefferson señalaba, la Iglesia "siempre está aliada a déspotas". Lo fue en España. Apoyando a los fascistas de Franco; colaboró con los Nazis mientras éstos llevaban a cabo el Holocausto en Europa, y también dio su apoyo a los Estados Unidos durante la guerra en Vietnam.

El que se nombre a una persona como Bergoglio como Papa -y su celebración por los medios noticieros y en los círculos gobernantes- es una dura advertencia. El mensaje es claro: a la vez que se aceptan los horribles crímenes llevados a cabo en Argentina hace 30 años, aquellos en el poder contemplan usar métodos similares una vez más para defender el capitalismo de la creciente lucha de clases y de la amenaza de la revolución social. En otras palabras, el teatro de operaciones está listo para marcar las pautas del nuevo orden mundial, y a la cabeza del bien aceitado aparato vaticano, estará un “jesuita”, quien tiene sobrada experiencia en poner fin a las personas que pretenden salirse del orden social establecido.

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